Por Ornella Saitta
Mejillas rosas y ojos grandes. Muy grandes. Llorosos, enojados, sorprendidos, sonriendo. Pelucas de colores sobre fondos arcoíris que chocan entre el Renacimiento y la cultura pop. Tez blanca aterciopelada. Caras divertidas en cabezas que parecen ser muy grandes para el cuerpo que las sostiene. Recuerdan al manga. O una mezcla entre la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas y California Girls de Katy Perry. Todas esas caras tienen rasgos parecidos, como si fueran de la misma persona. Y lo son. Pertenecen a la autora de esas obras, Flavia Da Rin.
Aunque es muy parecida a sus piezas de arte, Da Rin sostiene que hoy ya no puede llamarlas autorretratos. Comenzó a hacerlos en el 2000, cuando internet empezaba a expandirse y la idea de tener un avatar que te representara o uno distinto por semana estaba de moda. Con el tiempo, cada personaje comenzó a tener sus propias características, emociones, personalidades. Pasaron a ser de distintos géneros, edades y vivencias.
Da Rin estudió cinco años en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde se especializó en pintura. Con a la influencia del trash pop, la fotografía y la crisis informática del cambio de siglo, empezó a hacer sus obras.
Comienza sacándose una foto . Con distintas expresiones, en distintas situaciones. Y luego crea a un nuevo personaje con Photoshop. Lo construye a partir de su actitud o su vestuario y manipula la foto hasta que sus propios rasgos de diluyen o desaparecen. Busca transmitir distintas temáticas, como los esterotipos femeninos como objeto de deseo, el consumo, el relato de uno mismo, la historia del arte o la maternidad. Hace veinte años que crea caras nuevas, se presentó en bienales y exposiciones por todas partes del mundo, desde Corea del Sur hasta los Estados Unidos.
Hoy, con 41 años, Da Rin exhibe en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires ¿Quién es esa chica?, su primera retrospectiva, con más de 250 obras. Decenas y decenas de Flavias miran directo al espectador con sus inmensos ojos. Impacta ver la misma cara una y otra vez, darse cuenta de que lo que se está viendo no es una pintura sino capa tras capa de retoques digitales mezclados con color y un refinado puntillismo.
Da Rin participó en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, junto con I Acevedo de Cruce epistolar: Posibilidades infinitas, un collage de mensajes de texto, audios y algún email que en diálogos cotidianos despliegan ideas en torno al arte, la transformación y sus posibilidades.
De cabello corto de colores, tez suave y blanca y ojos grandes, la artista emana el espíritu adolescente de sus piezas. Y entonces el autorretrato no tan autorretrato pasa a ser casi una autobiografía. Salas y salas con su cara, contando su historia, sus procesos, su parte sensible, su origen y sus musas. Y el relato de todas esas Flavias recién empieza.